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martes, 21 de agosto de 2012

Mirar desde el corazón


Yariel en el Alma Máter.
Por Roberto Jesús Hernández

Con andar cauteloso, pero seguro de quien no ve con los ojos sino con el corazón, Yariel Perdomo Ulloa recorre cada día las calles de Matanzas, ciudad de ríos y puentes, y busca nuevos modos de orientarse en ese espacio sonoro con ayuda de su bastón o la mano solidaria de algún desconocido.
   En su mente vibran todavía imágenes del mundo de la luz y el color, que perdió a los 12 años, cuando el diagnóstico médico confirmó la existencia del coloboma, tumor benigno alojado entre el nervio óptico y la retina, el cual le privó de la visión aquella mañana de 2003.
   Desde entonces, este joven de solo 20 años, enfrenta los retos de la vida con coraje, amenizada por el don de saber escuchar a los demás y la atención constante de su abuela Margarita junto a muchos y muy buenos amigos, sin los cuales, según confiesa, nada sería posible para él.
   Recuerda la angustia de sus padres ante la certeza de su discapacidad,  la que debió asumir como hecho natural, y lo amargo de renunciar a los pasatiempos de adolescente, tan comunes como pasear en bicicleta o practicar béisbol, fútbol o atletismo, algunos de sus favoritos.
   El mayor reto como invidente fue la dependencia, incluso, para realizar la más simple de las tareas cotidianas, salir a la calle o aprender a desenvolverse en su entorno guiado por otros sentidos, y reconocer su limitación física como el primer paso para seguir adelante con la nueva vida.
   La necesidad obliga a Yariel a aguzar el oído, el tacto y la memoria como recursos para entender el mundo de sombras en el cual vive, y esbozar en su mente el mapa sensorial de los lugares que frecuenta, habilidades aprendidas basadas en sus recuerdos de proporciones y formas.
   Cual auténtico cubano, no permite que nada le impida disfrutar de la partida de dominó, casi sagrada los fines de semana, de la buena música, radio y televisión, o permanecer atento mientras algún amigo lee para él volúmenes de historia universal, filosofía o política.
   Desde las aulas libra otra batalla: ser el único invidente en el grupo de estudiantes que cursan el tercer año de Licenciatura en Derecho, en la Universidad de Matanzas Camilo Cienfuegos donde, con apoyo de profesores y alumnos, se prepara para convertirse en abogado penal.
   Mientras la grabadora digital repite la última lección impartida en clase, Yariel renueva su pasión por las leyes que rigen los destinos de los hombres en toda sociedad, y sueña con vestir la toga de juez en el futuro, aspiración posible si se tiene en cuenta que, al fin y al cabo, la justicia es ciega.

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