Páginas

martes, 31 de marzo de 2015

Digo que no soy un hombre puro

Yo no voy a decirte que soy un hombre puro.
Entre otras cosas
falta saber si es que lo puro existe.
O si es, pongamos, necesario.
O posible.
O si sabe bien.
¿Acaso has tú probado el agua químicamente pura,
el agua de laboratorio,
sin un grano de tierra o de estiércol,
sin el pequeño excremento de un pájaro,
el agua hecha no más de oxígeno e hidrógeno?
¡Puah!, qué porquería.
Yo no te digo pues que soy un hombre puro,
yo no te digo eso, sino todo lo contrario.
Que amo (a las mujeres, naturalmente,
pues mi amor puede decir su nombre),
y me gusta comer carne de puerco con papas,
y garbanzos y chorizos, y
huevos, pollos, carneros, pavos,
pescados y mariscos,
y bebo ron y cerveza y aguardiente y vino,
y fornico (incluso con el estómago lleno).
Soy impuro ¿qué quieres que te diga?
Completamente impuro.
Sin embargo,
creo que hay muchas cosas puras en el mundo
que no son más que pura mierda.
Por ejemplo, la pureza del virgo nonagenario.
La pureza de los novios que se masturban
en vez de acostarse juntos en una posada.
La pureza de los colegios de internado, donde
abre sus flores de semen provisional
la fauna pederasta.
La pureza de los clérigos.
La pureza de los académicos.
La pureza de los gramáticos.
La pureza de los que aseguran
que hay que ser puros, puros, puros.
La pureza de los que nunca tuvieron blenorragia.
La pureza de la mujer que nunca lamió un glande.
La pureza del que nunca succionó un clítoris.
La pureza de la que nunca parió.
La pureza del que no engendró nunca.
La pureza del que se da golpes en el pecho, y
dice santo, santo, santo,
cuando es un diablo, diablo, diablo.
En fin, la pureza
de quien no llegó a ser lo suficientemente impuro
para saber qué cosa es la pureza.
Punto, fecha y firma.
Así lo dejo escrito.

Nicolás Guillén  

viernes, 27 de marzo de 2015

Versos camino a casa de Rey Montalvo con Silvio Rodríguez




A. Noel Nicola                                                                       

Al norte, camino a casa
Rey Montalvo y Silvio Rodríguez
me suelo desviar,
y me arrastro contra el muro, frente a su ventanal.
Ese donde su hogar.

Aviso, para ser visto,
con una tos infernal,
cual Adán en el paraíso, dispuesto a seguir su ambición.
Esa donde el perdón.

Tengo miedo de cruzarnos,
cuando miro al ventanal me desarmo.
Sueño que estoy entrando.

Al norte, camino a casa
suelo disimular,
y me arrastro a su ventana, a veces para mirar.
Ese donde el lugar.

Vibro, para ser visto,
una canción de Noel.
Rasgo la guitarra cual si fuera trovador.


Ese donde el amor

Tengo miedo de encontrarnos,
es mejor soñar así, que besarnos.
Si me recibe me salgo.

Y si me ve, digo que voy de paso.