Lo veo sonreír, hacer un chiste
o decirme “gorda” (claro, sin tener en cuenta su abultado abdomen) y hace
apenas uno días la situación era muy diferente.
En la familia solo se hablaba de
médicos, hospitales, exámenes complementarios y resultados, la ansiedad era
permanente entre sus hijos, nietos, esposa y amigos queridos.
Mi suegro caminaba dos metros y
sentía dolor. Mi suegro iba a bañarse y sentía dolor, hacía el mínimo gesto y
acudía de inmediato a la ayuda de la nitroglicerina para aliviar algo el
persistente malestar.
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El suegro de Bárbara |
Militar graduado de academia,
actualmente jubilado y dedicado a la barbería, hombre sensible y amigo de sus
amigos, de procedencia humilde y refinada cultura innata, mi suegro es ahora
hombre millonario.
Por más de dos meses permaneció ingresado
intermitentemente. Análisis, pruebas sofisticadas, atención directa de
especialistas en medicina interna, cardiólogos, nefrólogos.
No voy a sacar cuentas. Solo rememoro
cuánto cuesta una cama en un hospital por meses, con servicio de excelencia.
Ambulancia equipada para urgencia médica para su traslado al Instituto de
Cardiología y Cirugía Vascular en La Habana.
Una coronariografía,
luego la Angioplastia
Coronaria Transluminal Percutánea (ACTP) y la colocación de cuatro stents
liberadores de última generación, atendiendo a su padecimiento
crónico de diabetes.
La nobleza y humanidad del
personal médico y paramédico de la institución de salud pública, su
preocupación constante, las lágrimas en los ojos de la enfermera Elsa, cuando
el equipo de especialistas en el Instituto detectaron la gravedad en la
obstrucción de la arteria principal, las llamadas telefónicas persistentes del
doctor Ricardo y su esposa para conocer cada detalle, el seguimiento del
director del hospital cada día como un sacerdocio...
Todo ello sucede en Cuba, en
pleno siglo XXI.
Hoy la familia está feliz. Veo
sonreír al paciente, que ya no lo es, caminar 10, 15, 20 metros del brazo de su
esposa, esperar a sus hijos y nietos con una broma, o decirme “gorda” (sin
tener en cuenta su abultado abdomen), y yo, casi sin querer sacar cuentas y
pensar y compartir con tod@s los millones que tiene mi suegro...
Por Bárbara Vasallo